(8/3/21) Nació en General La Madrid hace 51 años, pero circunstancialmente, ya que creció y vivió en Barker (partido de Benito Juárez) durante muchos años hasta que se vino a Olavarría. “Mi mamá, por un tema médico, fue a La Madrid para que yo naciera y al otro día volvió a Barker. Mis viejos eran de la zona de Líbano e inclusive allí tengo familia” fue la introducción de Myrian Senmartín, en esta entrevista por el Día de la Mujer en la que se reconoce a la mujer minera. Y ella tenía mucho para contar, a partir de una forma extrovertida, con su voz firme, con momentos de ojos vidriosos cuando recuerda a su padre con un sentimiento a flor de piel, y con recuerdos y presente que los cuenta con una sinceridad avasallante y una transparencia tremenda.

¿Cuándo comenzaste a trabajar en la minería?

En Cementos Avellaneda, hace 3 años. Desde el 16 de febrero de 2018 exactamente. Antes de eso viví en Barker hasta 1996 y me vine a Olavarría con mi pareja, tuve a mi hijo Juan Manuel que tiene 25 años y está viviendo en Buenos Aires. En Barker trabajé muchos años en el club Loma Negra, donde teníamos la concesión del buffet. Acá tuvimos comercio y cuando fallece el padre de mi hijo, hace catorce años, tuve que decidir qué hacer. Mantuve y crié a mi hijo y en un momento me quedé sin trabajo, así que armé currículum y alguien me dijo que fuera a Producciones Industriales. Fui y dejé mi CV, y le pedí a papá (Mario Héctor Senmartín, fallecido hace cuatro años) que me ayudara desde el cielo. Entonces siempre dije, no sé por qué, quizá por los genes, que me gustaba la industria. Fui a SOMISA, en San Nicolás, y feliz de entrar y ver todo lo que era la siderúrgica. Pero por el gran amor por mi papá y por otro señor que ya contaré, amé todo lo que era la industria. Pero sólo entré a esa fábrica en la que mi viejo trabajó tantos años por un tema de estudios, cuando fuimos con la secundaria a hacer una visita. Recorrimos y nada más. Pero fue una cuenta pendiente a partir de ahí para mi, y siempre digo que me encantaría ser empleada de una empresa cementera.

¿Y cómo te fue cuando entregaste el currículum?

Yo tenía el secundario completo que hice en Barker. Y le pedí a mi papá que me ayudara, porque él era el único que podía interferir “desde arriba”. en menos de un mes me llamaron. Le había pedido que me hiciera la “segunda”, pero me escuchó y cumplió, y el 16 de febrero de hace 3 años pude pasar esa barrera de la portería y entré a trabajar en Producciones Industriales, empresa tercerizada de Cementos Avellaneda. En maestranza. No me importaba dónde trabajar, sino que el tema era entrar. Y entré. Cuando yo paso por la portería siento algo maravilloso, totalmente maravilloso. Me encanta estar donde me gusta hace que ame lo que hago. Además, me encontré con un montón de situaciones adentro de esa fábrica que hacen que yo sea feliz trabajando allí. Encontré con gente espectacular, respetuosa, y como una viene con la escuela de que el trabajo dignifica, lo asumo con una enorme responsabilidad. El trabajo hace que sea devolutivo en un montón de situaciones, de confianza, de respeto. Yo digo que mis compañeros de trabajo son mi familia. Mi hijo por cuestiones particulares no está en Olavarría, por lo que estoy sola y vivo con mis dos Caniche Toy (Dana y Mora, madre e hija), y entonces está bueno cuando el trabajo se disfruta.

¿En qué sector trabajás?

Hago el trabajo de limpieza de oficinas y vestuarios, más precisamente en el laboratorio de control de calidad. Las mujeres nos dedicamos a la limpieza de la oficina industrial, es un puesto de trabajo donde varía lo laboral también. Por un tema de la pandemia estoy en la parte de fábrica de cal. Es todo un ida y vuelta. Me adoptaron en laboratorio y hoy está en manos de gente joven, de ingenieros, con los que tenemos muy buena camaradería, hay respeto ante todo. Son mis “pollos”, entre comillas, y lo paso bárbaro. Voy con mucha felicidad a trabajar, todos los días, y es una emoción continua porque siento que -por más que cualquier diga que es una locura- mis ojos ven lo que mi papá vio durante 33 años.

Ese amor por la minería, por lo que tiene que ver con tu trabajo, viene de tu papá entonces…

Tal cual. Sin ninguna duda. Mi papá fue un señor intachable, 33 años trabajando en la fábrica Loma Negra de Barker (lo retiraron cuando llegó la crisis de 2001 y había entrado en 1968) y de su trabajo hizo un sacerdocio, con una conducta brillante; jamás parte de enfermo, jamás faltó, jamás una llegada tarde. Yo aprendí la cultura del trabajo mirándolo a él. Mi papá y mis cuatro tíos entraron a trabajar todos a la cementera. Los cinco Senmartín, inclusive, tuvieron la misma forma de trabajar, bien rectos y cumplidores. Además, la vida hizo que en Barker conociera a una familia maravillosa (aunque allá nos conocemos todos porque son 4.500 habitantes, hoy quizá un poco más) liderada por Luis Ricardo Páez, un ser honorable que falleció hace tres años, un segundo padre para mi inclusive. Fue solidario como nadie, con una rectitud tremenda, con 45 años en el gremio donde fue secretario general y falleció viviendo en la misma casa, y ni auto tenía. Eran muy pero muy amigos con mi papá. De Barker tengo los mejores recuerdos, e inclusive yo siempre fui muy deportista y hasta jugué al básquetbol para el club Loma Negra.

¿Tu papá también fue dirigente gremial?

Sí, claro. Mi viejo -que el 21 de marzo cumpliría 82 años- fue miembro de la comisión directiva del gremio, y yo fui colaboradora del gremio, así como mi mamá Delia, que hoy tiene 71 años; ella siempre fue ama de casa y vive en Tres Arroyos con una de mis hermanas (Mabel), mientras que mi otra hermana (Mariel) está en Tandil. Nosotros fuimos todos de AOMA, siempre. Mi mamá se disfrazó 35 años para los carnavales que organizaba AOMA, o que organizaba Ricardo mejor dicho. Yo trabajaba a la par de ellos, con muchas horas sentada escuchándolos. Yo siempre digo a mis compañeros que soy de la vieja escuela, porque ahí aprendí la defensa del trabajador, a poner todo por el empleado, y cuando Producciones Industriales perdió la concesión en Cementos Avellaneda -hace dos años- la tomó otra empresa (Sertec Global) y ahora pertenezco a esta empresa. Además, somos las primeras trabajadoras en ser afiliadas a AOMA por el convenio 54/89, desde 2019, estamos incluidas como trabajadoras del Sindicato minero. Entonces eso es excelente y yo conozco el tema gremial desde hace mucho tiempo por mi papá. Yo a AOMA lo pongo primero ante todo gracias a esa maravillosa gente que me educó, como Mario H. Senmartín, Luis Ricardo Páez y a todos los que me enseñaron en 51 años y me formaron, para ser hoy quien soy.

¿Por qué dijiste que antes eras colaboradora para el gremio?

Es que una vez Ricardo (Páez) me dijo que necesitaba un telón para el corso, para el carnaval que se hacía sobre la sede. Es que yo que pinto, soy artesana también, lo hice. Me trajo una foto de Molina Campos y terminé haciendo un telón de 14 x 5 metros, y al año siguiente también hice algo parecido ya que pinté la fábrica Loma Negra. Además, si necesitaban algo estaba en el gremio, o en la obra social, así que pasaba horas ahí adentro. Y ahora debo agradecer que ante cualquier consulta, cualquier requerimiento o molestia, siempre han estado con la predisposición absoluta, con total cordialidad, Walter Gómez -con el que tenemos un respeto recíproco-, Gustavo Jalil, los delegados gremiales de AOMA en Sertec, que siempre brindan su tiempo para ayudarnos. Los he molestado por cosas propias y también cuando fui intermediaria por alguna compañera de trabajo. Siempre están presentes.

¿Cómo te sentís, siendo mujer, en un ambiente en el que los hombres son mayoría, más allá de que la mujer tiene ahora su merecido espacio que antes quizá no tenía?

Cuando me llaman de Producciones Industriales el jefe de seguridad, que me hizo la primera entrevista, me dijo que me había sacado una ficha de mi personalidad, que era un ambiente muy masculino, pero que sabía hasta dónde podía avanzar. Yo digo que, luego de tres años ahí adentro, una predispone, pero cuando se predispone al respecto puedo asegurar que no he visto nada fuera de lugar. Sólo he recibido en mi trabajo, que entre contratistas y empleados seremos alrededor de 400, nada más que respeto. Desde el camionero que baja al laboratorio a dejar una muestra hasta empleados tercerizados, o los gerentes, todos me tratan igual, de la misma manera y me consideran un eslabón más. Yo voy a trabajar a la empresa y como voy por la vida respetando, entonces me respetan. Pero además yo estoy pendiente de todo lo que necesitan mis compañeros más allá de la limpieza. Sé que estoy haciendo las cosas bien y se lo agradezco, sólo a él, a mi viejo, porque él me las enseñó.

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